La incorporación regular de la mujer al mercado laboral ha contribuido de manera significativa a la igualdad entre hombres y mujeres y ha permitido notables avances sociales a todos los niveles, empezando por la propia emancipación de las féminas. Con todo, esta revolución supone a menudo una multiplicación de tareas y ocupaciones (denominadas la doble y triple jornada laboral), difíciles de compaginar sin, por ejemplo, el concurso activo de los miembros de una pareja, la contribución de las familias, o mediante la implementación de medidas de conciliación laboral y familiar. Los colectivos que luchan por la igualdad entre hombres y mujeres y el propio estamento político abordan desde hace años este asunto como uno de sus principales frentes de acción.
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